lunes, 13 de julio de 2015

IV EL PUMA DE SOMBRA- LOS PERROS HAMBRIENTOS( CIRO ALEGRÍA)

LEE EL SIGUIENTE TEXTO Y LUEGO ELABORA UNA HISTORIETA.
LOS PERROS HAMBRIENTOS
IV- EL PUMA DE SOMBRA

La noche estaba negra. En el redil ladraban los perros, pero no como siempre, con acento monótono y cansino; su voz ahora tenía ahora un dejo de alarma, de rencor, de contenidos ímpetus. Es el ladrido propio de los perros cuando husmean, en el viento, el acre hedor de los pumas y los zorros.
-¡Guá!, sienten ondel puma dejuro – apuntó el Timoteo.
En los rediles vecinos también cundió la alarma. La noche se pobló de ladridos y gritos. Los amos, con su vocerío, alentaban a sus canes y atemorizaban a las presuntas fieras rondadoras:
-Echaleee…, échale, échale, échaleeee…
-Puma,puma, pumaaaa…
-Zorro, zorro, zorroooo….
Y era en verdad una noche favorable a la incursión de los dañinos. no brillaba una estrella. Noche sin cielo ni espacio, negada a las miradas y a los pasos, atestada de sombra. En tiempos pasados y en una noche así, el puma asaltó el redil de los Robles. Trueno lo atacó y persiguió en su huida. Terminaron por trabarse en una lucha feroz, pues el perro retornó al cabo de mucho rato, jadeando y lleno de heridas. En vano la Juana aplicó a las brechas limón con sal y ron blanco. Sangrando, sangrando hasta el amanecer, murió. Pero en la tarde de ese mismo día, los gallinazos planeaban repetidamente sobre una loma y descendían tras ella. El Simón fue a inspeccionar y comprobó con Trueno también tenía los colmillos firmes: el puma estaba muerto.
Entonces fue cuando resolvió ir donde don Roberto Poma en pos de dos cachorros. Zambo, Wanka y sus vastagos, si bien realizaban las tareas del pastoreo como perros de buena ley, no contaban entre sus episodios ninguno cruento aún, aunque cuatro gargantas en un solo redil son muchos para que cualquier dañino se atreva a acercarse. Verdad que corretearon, sin duda, a zorros  y pumas, pero ellos, prevenidos, arrancaron a buena distancia y pudieron refugiarse oportunamente en los espesos montales de las quebradas. Acaso sería descortés silenciar en este momento a Shapra. El, guardián de la casa, atrapó y dio muerte a su canchaluco que iba en pos de las gallinas. El muy cazurro canchaluco acostumbra enroscar su largo y desnudo rabo en el cuello de sus víctimas y arrastrarlas a todo correr. Así hizo el difunto con una de sus gallinas que dormían en la jaula de varas adosada a la pared trasera del bohío. Pero sus compañeras armaron un gran alboroto y como ella misma pesaba mucho y gritaba como mejor se lo permitía su apretado pescuezo, el canchaluco no pudo avanzar gran cosa y Shapra cogió la pista rápidamente. Para peor, o mejor, al uerer saltar una acequia, el peso le restó impulso y el raptor cayó con su víctima al agua. Shapra les dio alcance allí. La lucha no fue muy épica. De dos tarascadas le rompió el cuello. A mayor abundamiento, los otros perros llegaron reclamando su parte en la contienda y pronto hicieron cendales al desafortunado cazador.
Ahora los perros ladraban coléricamente, ganosos de acción. Acaso sus mimos deseos de pelea les hacían sentir pumas y zorros donde no había sino hojas agitadas por el viento. De pronto, saltaron el redil y corrieron disparados a través de los campos. Desde el bohío se escuchaba muy lejano su ladrido.
-Vamos onde la majada- dijo el Simón Robles -.El zorro es muy sabido. Si está alguno poray, de juro quial sentir que los perros andan por otro lao él viene…
Efectivamente, ladino es el zorro. En este caso llevaría un cordero. Como no tiene mucha fuerza, mata ovejas sólo cuando las encuentra perdidas por el campo. De lo contrario, rapta únicamente corderos ygallinas, pues su menor peso le permite huir velozmente.
El Simón Robles  y sus familiares entraron en el redil y tomaron asiento sobre la paja de los perros. Es original e impresionante el aspecto que  ofrece una manada en la noche. Borrada por la oscuridad sólo se le ven los ojos. Fulgen , amarillos e inmóviles, en medio de las sombras. Se diría que arden centenares de extrañas luces quietas. O , más bien, que están allí las restantes ascuas de un raro incendio amarillo. Tragada por la oscuridad la blancura de los vellones, los ojos pierden su carácter animal y esplenden en la noche como gemas fantásticas. Los Robles estaban acostumbrados a ver eso y, sin comentario, se pusieron a gritar para que su presencia en el redil se notara:
-Zorro, zorro, zorrooooo….
 Cada vez más lejos, por aquí y por allá ladraban los perros. Sucede así cuando no tienen pista segura o no logran precisar nada. El Simón lo hizo notar y luego dijo:
-La noche miente y asusta ondel animal y también ondel cristiano. La sombra pare pumas y zorros que nuay, pare miedos…
La oscuridad apenas permitía que los otros sospecharan la silueta del Simón. Pero el aroma de la coca que masticaba y el golpe, sobre un nudo del pulgar, del checo guardador de la cal con que endulzaba la bola, indicaban netamente su presencia y hasta sus actitudes. El Timoteo, cuya adolescencia usaba ya la hoja dulciamarga, no chacchaba de noche.
- Asiés , asiés- continuó y callóse de pronto, sin duda porque en ese momento introducía el alambre cubierto de cal ala boca para que la hoja, abultada en uno de los carrillos, se macerará. El alambre está adherido a la tapa del checo. En la operación de pasarlo sobre la coca húmeda se moja, y en esta condición vuelve al checo, que al ser agitado golpeándolo sobre un nudillo lo cubre con cal que guarda, dejándolo otra vez listo para llevar su carga de bola. Cholos e indios, en los descansos de las tareas, se sientan en fila y coquean masticando la hoja lentamente. El golpecito del checo, sordo y repetido, forma una especie de música. Dicen que, de día, la coca acrecienta las fuerzas para el trabajo. De noche, por lo menos al Simón, le aumentaba las ganas de hablar. A otros, en cambio, los concentra y torna silenciosos. Es  que él era un charlador de fibra. Pero esto no quiere decir, desde luego, que fuera un charlatán. Al contrario: era capaz de hondos y meditativos silenciosos. Pero cuando de su pecho brotaba el habla, la voz le fluía con espontaneidad de agua y cada palabra ocupaba el lugar adecuado y tenía el acento justo.
En ese rato, sin duda, iba a contar una de sus  historias. No se sabía cuándo podía estimárselas reales o fantásticas. el les daba a todas un igual tono de veracidad y sacaba las conclusiones del caso. Y ahora, por ejemplo, sus auditores no sabrían  decir si así afirmaba el Libro Santo o si era que el Simón añadía acontecimientos de su cosecha.
 Y, aprovechando el encuentro, veamos de cuerpo entero al Simón- que se presenta mucho y no debemos pasarlo a la ligera-, aunque por el momento se halle escondido en la sombra. Era un cholo cetrino, cuya faz de rasgos indios estaba pulida por el torrente hispánico que se mezclaba en su ancestro. Así, no eran tan prominentes los pómulos ni la boca y tenía la nariz más  bien larga y no quebrada. Ya estaba viejo y la perilla y el bigote raleaban un gris entrecano . Los párpados rugosos y bolsudos no disimulaban la movediza y brillante picardía de los ojos pardos. La indumentaria de nuestro amigo era la regional: sombrero de junco, poncho largo, camisa, pantalón oscuro sujeto con una faja de colores, ojotas. La espalda se le encorvaba un poco, pero nadie lo juzgaría acabado. Su cuerpo estaba lleno de notorios músculos que rezumaban energía y sus manos eran las grandotas de quien labra la tierra ancha y sujeta la rienda dura.
Por todo lo que ya le hemos apuntado: su flauta, su caja, sus perros, sus historias, tenía fama el Simón. También tenía hijos. Fuera de los que conocemos, una mujer y dos hombres estaban lejos: la una enmaridada como la Martina, los otros en trajines de arriería. La Juana, desde luego, había respondido a su afán vital. La vejez no lograba exprimirle aún sus amplias y redondas caderas, sus pechos henchidos ni su vientre combo. Y como de tal palo tal astilla- y en este caso eran dos los fuertes maderos-, los hijos caminaban por el mundo fuertes y morenos, mano a mano con la vida.
Pero volvamos aquella noche y aquella hora. El Simón tornó a golpear el checo sobre el nudillo y hablo:
-Y asiés la historia e la sombra o más bien la diun puma yotras cosas e sombra. Oiganmé…
Jué que nustro padre Adán taba en el Paraíso, llevando, comues sabido, la regalada vida. Toda jruta bía ay: ya seya mangos, chirimoyas, naranjas, paltas o guayabas y cuanta jruta se ve puel mundo. Toda laya e animales también bía y tos se llevaban bien dentrellos y también con nustro padre. Y velay quel no necesitaba más questirar la  mano pa tener lo que quería. Pero la condición e to cristiano es descontentarse. Y ay ta que nuestro padre Adán le reclamó ondel Señor. Nues cierto que le pidiera mujer primero. Primero le pidió que quitara la noche. “Señor- de dijo-, quita la sombra; no hagas noche, que todo seya solamente día”. Y el Señor le dijo: “¿Pa qué”? Y nustro padre le dijo: “Po que tengo miedo: No veyo ni puedo caminar y tengo miedo”. Y entón le contestó el Señor:  “La noche pa dormir sia hecho”. Y nustro padre Adán dijo: “Siestoy quieto, me parece quiun animal miatacará aprovechando lescuridá”. “¡Ah!- dijuel Señor-, eso miace ver que tienes malos pensamientos. Niun animal sia hecho pa que ataque ondel otro”. “Asiés Señor, pero tengo miedo en la sombra: haz sólo día, que todito brille con la luz”, le rogó nustro padre. Y entón contestuel Señor: “lo hecho ta hecho”, po quel Señor no deshace lo que ya hizo. Y después le dijo a nustro padre: “Mira”, señalando pa un lao. Y nustro padre vido un puma grandenque, más grande que toitos, que se puso a venirse bramando con una voz muy faya. Y parecía que tenía que comelo onde nustro padre. Abría la bocota al tiempo que caminaba. Y nustro padre taba asustao viendo cómo venía contra dél el puma. Y en eso ya llegaba y ya lo pescaba, pero velay que se va deshaciendo, que pasa po su encima sin dañalo nada y después se pierde en el aire. Era, pues, un puma e sombra. Y el Señor le dijo: “Ya ves, era pura sombra. Asiés la noche. No tengas miedo. 
 El miedo hace cosas e sombra”. Y se jué sin hacele caso a nustro padre. Pero como nustro padre también no sabía hacer caso, aunque endebidamente, siguió asustándose po la noche. Y después le pegó su maña onde los animales. Y es así como se ve diablos, duendes y ánimas en pena y también pumas y zorros y toda laya e feyaldades dentre la noche. Y las más e las veces son meramente sombra, comuel puma que lenseñó a nustro padre el Señor. Pero no acaba entuavía la historia. Jué que nustro padre Adán po no saber hacer caso, siempre tenía miedo, como ya les hey dicho, y le pidió compañía ondel Señor. Pero entón le dijo, pa que le diera: “Señor, a toítos les dites compañera, menos onde mí”. Y el Señor, conmuera cierto que toítos tenían, menos él. Tuvo que dale. Y así jué como la mujer lo perdió, po que vino con el miedo y la noche…
Los perros retornaron, fatigados por el trajín, a tenderse en la paja.
El Simón Robles terminó:
-Aura parece que también jué puma e sombra…
Dicho esto, se fueron a dormir. 


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